viernes, 9 de enero de 2015

Sobre la palabra Cadalso.





cadalso
En los mercados de esclavos del Imperio romano, los cautivos eran expuestos en un estrado, conocido como catasta, para que se destacara en medio de la abigarrada muchedumbre y pudiera ser mejor apreciada por los posibles compradores. Análogamente, los condenados a muerte eran ejecutados en lugares bien visibles, como escarmiento para el pueblo. Con ese fin, se montaba la catasta sobre una torre de madera llamada fala. De la unión de ambas palabras se formó en latín vulgar catafalicum, que los provenzales del Languedoc llamaron cadafalcs. La palabra cruzó los Pirineos y llegó a España hacia 1260, durante los reinados de Alfonso X de Castilla y de Jaime I de Aragón, bajo la forma cadafalso. En documentos del año 1300 ya se escribe cadahalso, que perduraba aún en tiempos de Cervantes, antes de llegar a la forma moderna cadalso como vemos en este texto de Don Quijote:
Llegado, pues, el temeroso día, y, habiendo mandado el duque que delante de la plaza del castillo se hiciese un espacioso cadahalso, donde estuviesen los jueces del campo, y las dueñas, madre e hija, demandantes, había acudido de todos los lugares y aldeas circunvecinas infinita gente a ver la novedad de aquella batalla; que nunca otra tal no habían visto ni oído decir en aquella tierra los que vivían, ni los que habían muerto.
En el portugués de hoy se mantiene la palabra cadafalso que, además de 'estrado para ejecutar a los condenados a muerte', significa 'estrado para actos solemnes'. El diccionario de la Academia Española todavía mantiene esta última acepción, que es antigua, y actualmente no es recogida por otros diccionarios modernos. La edición de 2014 conserva incluso el arcaísmo cadahalso, marcado apenas como "poco usado". En realidad, esta grafía era poco usada en el siglo XVII, pero es inexistente en el español de hoy.

En italiano, la misma combinación de palabras designó el catafalco, el ataúd de lujo para las exequias de los ricos y notables, y con ese sentido e igual grafía entró nuevamente al castellano en el siglo XVIII, como registra el Diccionario castellano, de Esteban de Terreros. En portugué, catafalco es el estrado donde se coloca el ataúd o la representación de un muerto al que se desea homenajear.